Brian y Eileen durante su viaje de luna de miel escogieron la Bahía del Rincón en Cabo del Este para edificar su casa de vacaciones; convocaron a concurso a tres empresas de la zona; las bases eran concisas: sustentabilidad, integración al ambiente circundante y ahorro de los recursos naturales. Ya con el premio en la mano, había que entender el porqué de los estándares de calidad de cada uno de ellos: Brian, fundador de Amazon y Eileen, experta en negocios e informática; dos personalidades bien definidas. Había que resolver sus necesidades y gustos respectivos en esa tan particular forma
de vida.
Empezamos por resolver la hiperactividad de Brian construyendo la cancha de tenis y la alberca. La construcción fue muy divertida; demandante por la cantidad de preguntas que ellos tenían cada día; su capacidad de aprendizaje parecía siempre infinita; la relación se hizo muy estrecha y al final me obsequiaron dos regalos que conservaré toda la vida: Un viaje arquitectónico a NY, Boston y Washington DC y una carta de recomendación que ha abierto las puertas a otros proyectos.
Estaré siempre agradecido por haber conocido a este joven genio; sirvan estas palabras como tributo a Brian Robertson que a su paso por este planeta dejó no solamente este monumento a la aventura, el aprendizaje, sino a la generosidad y educación que sus padres le ofrecieron.
Descansa en paz, querido amigo.
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During their honeymoon, Brian and Eileen chose Bahía del Rincón in East Cape as the site for their vacation home. They asked for competing designs from three local firms, with concise requirements: sustainability, integration into the surroundings, and the savings of natural resources. With the prize in hand, our job was to interpret the owners’ needs and preferences in their unique lifestyle.
We began by addressing Brian’s high activity level, installing a tennis court and swimming pool. The construction process was entertaining as well as demanding, as we answered the owners’ seemingly unlimited questions. Over time, we became better acquainted and they gave me two gifts I shall always treasure: an architectural tour through New York, Boston, and Washington, DC, and a letter of recommendation that has opened the door to other projects.
I’ll always be grateful for having met Brian Robertson, and I hope my words serve to praise his genius. He left behind not only this monument to adventure and learning, but also the generosity and values that his parents had impressed on him.
May you rest in peace, my dear friend.